Todavia queda verano… Ven al Parque Campagnone

Texto y fotos por José Ayala

En uno de estos días soleados de verano se me ocurrió dar una vueltecita por nuestro Parque Campagnone, un símbolo de la grandeza que una vez exhibió la ciudad como un centro industrial poderoso.  Lo caminé; lo acaricié; lo respiré, y lo fotografié con el Galaxy 4 usado que compré “por cheles” en Craigslist a alguien que quería comprar algo más simple.

Mi primera parada fue en la Fuente Robert Frost donde, después de tanto pasar por el lugar, finalmente me detuve a leer la placa que rodea la hermosa plazoleta en honor al poeta.  Allí empecé mi recorrido por el túnel del tiempo para seguir hacia el Monumento a los Huelguistas Textiles de 1912″, acontecimiento conocido en la historia como “Huelga de Pan y Rosas”.

Y es aquí donde radica la importancia de visitar estos lugares que, además de las fotos, debe incluir la lectura de las placas y una mirada de atención, respeto y honra a los hombres y mujeres que sacrificaron incluso hasta sus vidas por un ideal o una causa. Y esos fueron los sentimientos que pasaron por mi interior mientras leía en la piedra al lado de nuestra bandera:

“Esta placa de bronce, tallada a mano y montada en esta piedra de 30,000 libras, conmemora la Huelga Textil del Gran Lawrence el 12 de enero de 1912… esta huelga conocida globalmente, se convirtió en la chispa inspiradora del movimiento laboral en los Estados Unidos. Fue aquí, en este sitio, en el North Common Historical District, donde 20,000 huelguistas marcharon en protesta por el corte de su salario cuando el estado redujo la semana de trabajo de 56 a 54 horas para las mujeres y los niños… Después de semanas de violentas confrontaciones, 3 trabajadores resultaron muertos, cientos resultaron heridos y otros cientos fueron encarcelados… Fue el 14 de marzo cuando los huelguistas acordaron terminar la huelga… Los términos del acuerdo, que impactaba a 35,000 trabajadores textiles, fueron ratificados en este parque, cambiando así la historia de los EE.UU. of América”.

 

Debo admitir que mientras leía esas letras, un sentimiento mixto de pena, enfado y orgullo me invadía.

Seguí mi recorrido por otros monumentos como el Memorial a la Guerra Civil, erigido en 1881, y que lista los nombres de los hombres de Lawrence que pelearon por la Unión.  Mi visita al Campagnone Common no estaría completa si no hubiera pasado por el monumento a los lawrencianos que participaron en la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Hispanoamericana, la Guerra del Golfo, y la Guerra de Corea.

En mi transición de monumento a monumento, dejaba salir de vez en cuando un “¡Hola, qué tal!”, o “¡Qué día más bonito hoy!  ¿Qué le parece?”  También me preguntaba si realmente los residentes de la ciudad de Lawrence estaban aprovechando las riquezas naturales e históricas que alberga en su interior este pulmón verde de 17.5 hectáreas donado a la ciudad por la Essex Company el 1 de octubre de 1848.

¿Sabían ustedes que el viejo nombre del parque era Lawrence Common y que el actual Campagnone Common le fue dado en 1946 en memoria a los hermanos Albert, Carmen y Bernard Campagnone, nacidos y criados en la Chesnut Street de Lawrence?  Estos tres lawrencianos, hijos de Stephen y María Campagnone, inmigrantes italianos, entregaron sus vidas peleando en la Segunda Guerra Mundial.

Y allí, más a la derecha de la tarima de concreto; ese mismo escenario donde la propia ciudad y organizaciones comunitarias presentan bandas musicales y oradores especiales, mientras un monumento silencioso y agonizante se mantiene firme en el cumplimiento de su deber.  ¿Cuántos de los asistentes al Parque, muchos que incluso se apoyan sobre esta histórica pieza para un descanso, toman un minuto para leer estos nombres y sus hazañas?  Sin temor a equivocarme, creo que pocos lo hacen.

Es imprescindible, por la misma supervivencia cultural de nuestros residentes, que la amplia gama histórica que tenemos en nuestro Parque Campagnone sea apreciada en su más amplia y justa dimensión.

Los padres, guardianes, tutores deben asumir su responsabilidad de traer a sus hijos al Parque Campagnone.  Siéntense en sus bancos; disfruten la sombra de sus árboles; caminen por sus senderos y, sobre todo, aprecien sus monumentos y lean los mensajes que los complementan.  Sean creativos y provoquen preguntas y opiniones de los niños y jóvenes. No le tenga miedo al llamado “aburrimiento” que tanto nos inculcan algunos sobre aquello que tiene que ver con educación y desarrollo del ser humano.  No le tema a abrazarse con la historia y el aire puro que emanan gratuitamente el Parque Campagnone.  Como decía Montesquieu, el gran escritor y político francés de la Ilustración, “Feliz el pueblo cuya historia se lee con aburrimiento”.

¿Y nuestras escuelas?  ¿Sabrán nuestros estudiantes que antes de 1848 parte de este terreno era un pantano?  ¿Sabrán ellos que otra parte estaba sembrada de trigo sarraceno y repollo?  ¿O quizás, el significado histórico de los monumentos erigidos en el interior del Parque?

Realmente desconozco si los maestros utilizan el parque como recurso de enseñanza, ya sea visitando el lugar con los estudiantes y realizando actividades con ellos, o visitando el Lawrence History Center, o cualquier otro centro que albergue y promueva nuestra historia.

¿Y de las ardillas, palomas y hasta halcones que visitan el Parque?  Un encanto.  Una excelente oportunidad y recurso de la vida real, no de libros, no de fotos, no del internet, para introducir a los niños y niñas al proceso de la vida, las especies, su hábitat, e iniciar su amor por la biología.

A propósito, fue un gran placer visual cuando el lente de mi celular captó un halcón de cola roja en pleno vuelo sobre el Ayuntamiento.  Quizás fue el mismo carnívoro que se preparaba a saborear su almuerzo en enero pasado cuando sus filosas garras abrazaban lo que parecía ser una ardilla cerca de la Fuente Robert Frost.

Indudablemente fue un trágico final para esta inofensiva y juguetona víctima, pero para los testigos que presenciamos la consumación de esta pena de muerte fue una satisfactoria experiencia de cómo la cadena alimenticia de las especies se exhibe a través de su progenitora: la madre naturaleza.  No importan nuestros deseos y sentimientos de pena hacia la pobre ardilla.

¿Podrían ustedes imaginar qué experiencia de aprendizaje tan inolvidable hubiera sido la escena de la ardilla y el halcón para nuestros estudiantes?  ¡Precisamente de eso y más se trata cuando visitamos el Parque Campagnone!  Es experimentar lo inesperado; es abrazarse con el fenómeno sorpresa.  Es cualquier cosa que nos saque de la rutina. Es el día a día con una nueva escena en este teatro natural localizado en ese pedazo de tierra rodeado por las calles Common, Lawrence, Haverhill y Jackson.

Sería refrescante ver en el parque a estudiantes, maestros, padres, visitantes y residentes en general aprendiendo y compartiendo conocimientos, o haciendo preguntas sobre cómo ese terreno pantanoso llegó a convertirse en el parque que hoy disfrutamos.  Quiénes fueron los protagonistas para que eso sucediera; qué materiales de construcción y qué técnicas de ingeniería fueron utilizadas; quién donó el terreno; quién diseñó el parque, por qué sus caminos interiores son tan anchos, o acaso tuvieron ellos en cuenta los coches estilo inglés que se trasladaban por las calles laterales de piedra y que en ocasiones desviaban su curso para dar un paseo por el parque a las suntuosas damas de entonces; o por qué la fuente frente al City Hall fue nombrada Robert Lee Frost.  En fin, el potencial del Parque como recurso de enseñanza y pieza de investigación es casi infinito.

En resumen, en lo que queda de este verano 2014, visite el Parque Campagnone.  Sólo camine, observe, lea, toque y converse.  Sin culpas, sin exámenes, sin ganadores ni perdedores.  Disfrútelo y tenga una buena y simple conversación con su familia y amigos acerca del parque o cualquier cosa que les llegue a la mente, pero siéntase orgulloso y orgullosa de tener este tesoro único en el corazón de su ciudad, la histórica y siempre querida Ciudad de los Inmigrantes.