Un punto de vista © 1996
El asiento vacío en la mesa.
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA ICCP.
Ella sólo tenía siete años y era una niña feliz cuando de repente tuvo un encuentro con mala suerte: su padre había muerto repentinamente en un viaje a otra ciudad para reponer su inventario de negocios. Cuatro años más tarde, trabajando para ayudarla y mantener su familia de siete, su madre cayó muerta en el escritorio donde trabajaba.
A partir de ese momento habría dos asientos vacíos en la mesa cada vez que la familia se reunía. Olvidé decir que la niña de la que hablo era mi madre. Viviría cincuenta y tres años hasta que también dejó un asiento vacío en la mesa de nuestra familia.
La otra niña era sólo un bebé de tres días cuando su madre sucumbió a una epidemia de tifoidea de la época. Pasarían varios años antes de que ella y sus hermanas mayores vieran el asiento vacío dejado por esa madre llenada por otra mujer que se casó con su padre. Olvidé decir que este bebé a que me refiero es ahora mi esposa.
Estoy seguro de que esta historia no es única. Este próximo día de Navidad, el festival de luces de Hanukkah o una cena musulmana de Ed Al-Fitr, incluso una reunión pagana, los celebrantes podrían hacerlo en una mesa con uno o varios asientos vacíos. Podría ser un padre, una madre, un hermano, un niño que nos dejó antes de su tiempo para crecer. Podría ser una silla real que quede vacía a propósito o podría ser un asiento vacío imaginario en nuestras mentes, pero para nuestros corazones ese asiento vacío está lleno de recuerdos reales o lo que “podría haber sido” pero no lo fue.
Este año, un enemigo que no podemos ver, pero nos puede hacer daño, ha diezmado a muchas familias y ha creado asientos dolorosos vacíos que nos sentimos difíciles de llenar. Pero debemos recordar que tal dolor es el precio que pagamos por nuestra humanidad. No lo querríamos de otra manera. Esos agujeros están mojados de lágrimas derramadas, pero también ruidosos con carcajadas felices. Y recuerde que nuestros propios asientos pueden estar vacíos algún día.
Así que dondequiera que estén celebrando esta temporada, acérquense con sus corazones si no con sus cuerpos, levantando una copa real o imaginaria y brinden por la persona o personas que deberían estar ocupando esos asientos vacíos. Se lo merecen. Y usted también. Felices fiestas para todos. Y ese es mi punto de vista hoy.
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