La neurociencia en el liderazgo
Por Tomás Núñez, ThD
La neurociencia es una herramienta imprescindible para el desarrollo de nuevos directivos o líderes. Aprender cómo funciona la mente y cómo se favorece la creación de nuevos circuitos neuronales o, lo que viene a ser lo mismo, nuevos hábitos de trabajo, es una necesidad para todo aquel que quiera dirigir personas. Surge así una nueva área de conocimiento, el Neuroliderazgo Emocional.
Desde que allá por los años noventa del pasado siglo la Inteligencia Emocional irrumpiera con fuerza, se ha convertido en un factor imprescindible en nuestras vidas tanto en el plano privado como en el profesional. Su creciente aplicación en las empresas ha supuesto un gran avance en la forma de liderar personas, y en la actualidad resulta inconcebible un líder que no se preocupe de desarrollar sus propias habilidades emocionales, o bien que no dedique un considerable tiempo y esfuerzo en ayudar al desarrollo de dichas habilidades en los miembros de su equipo.
Ahora, la Neurociencia parece la nueva piedra filosofal de nuestros días. Empieza a ser tema de debate entre las personas que tienen dentro de sus responsabilidades el desarrollo de otras personas. Y hay motivos para que sea así. Hasta hace relativamente poco, pensábamos que nuestro potencial neuronal se iba generando hasta la adolescencia, y que, a partir de ese momento, sólo íbamos perdiendo neuronas. Los recientes descubrimientos sobre el cerebro y la plasticidad neuronal han roto esa creencia, y de paso han abierto un futuro mucho más alentador para el ser humano que se preocupa por su desarrollo y crecimiento.
Según lo publicado en la revista Nature Medicine, después de varios años con informaciones contradictorias, se ha confirmado la neurogénesis (creación de nuevas neuronas) en el hipocampo de personas sanas, a diferencia de la degradación neuronal que se confirma en esa misma zona cerebral en personas que padecen Alzheimer. Este descubrimiento, además de la evidente importancia que puede tener para la investigación de tan terrible enfermedad, ofrece nueva luz sobre el funcionamiento de nuestra mente, que puede ser de utilidad para su aplicación en la vida diaria, tanto a nivel social como a nivel profesional.
El hipocampo está implicado en la percepción de las emociones y en el aprendizaje. Es una estructura íntimamente relacionada con el aprendizaje de nuevas conductas y la creación de hábitos, y estos descubrimientos parecen indicar que, mientras el ser humano se mantiene activo y aprendiendo nuevas conductas, su cerebro genera nuevas neuronas y nuevos circuitos neuronales, o lo que es lo mismo, seguimos creando nuevas neuronas y nuevos circuitos siempre que estemos adquiriendo nuevas habilidades y nos estemos enfrentando a nuevos retos.
Esta aportación científica publicada en Nature Medecine, corrobora lo que se estaba constatando con la ayuda de técnicas no invasivas, como la fMRI (funtional Magnetic Resonance Imaging) que ha permitido investigar, durante los últimos años, cómo se forma la memoria, el lenguaje, cómo se produce y transmite el dolor, cómo aprendemos, y cómo influyen en nuestro cerebro las emociones, entre otros campos de aplicación en neuropsicología.
Resultan evidentes, en mi opinión, las implicaciones que estos hallazgos tienen en la dirección de personas y la gestión de equipos en momentos como los actuales, en los que, retos no nos faltan.
La creación de nuevos hábitos beneficiosos y la eliminación de hábitos perjudiciales va de la mano de esta neuroplasticidad citada. Existen zonas de nuestro cerebro que se dedican a fijar las acciones que repetimos con el fin de facilitarnos la vida, de ahorrar energía mental. Pero en ese proceso puede radicar el problema de la resistencia al cambio, tan necesario en un mundo en permanente evolución.
Cuando tenemos un circuito mental establecido y éste se fija y consolida a través de la mielinización, proceso al que llamamos popularmente “hábito”, nuestro funcionamiento cerebral se resiste a modificarlo, porque para el cerebro es importante defender lo aprendido, y porque, además, entre sus prioridades está el ahorro de energía para causas más necesarias. Luchar contra ese hábito puede resultar una misión imposible.
Para que una persona deje de seguir esa rutinaria forma de actuar, es necesario que tenga fuerza de voluntad y esa fuerza de voluntad necesita energía, mientras que la ejecución del hábito reduce al mínimo ese requerimiento energético. Resulta más fácil aprender un nuevo hábito que sustituya al que queremos eliminar, en lugar de luchar contra él.
El nuevo hábito, es decir, el nuevo circuito mielinizado, acabará por imponerse, quedando relegado el antiguo por su falta de uso. La neurociencia, a través de los hallazgos sobre neuroplasticidad, no indica como podemos favorecer la generación de nuevas conductas que sean más beneficiosas para las personas que lideramos.
Esto es sólo un ejemplo de lo mucho que puede ayudarnos la neurociencia, a la hora de desarrollar nuevos directivos o líderes. Aprender cómo funciona nuestra mente y cómo se favorece la creación de nuevos circuitos neuronales, esto es, como se crean nuevos hábitos de trabajo, es una necesidad imperiosa de todo aquel que pretenda liderar o dirigir personas, de quien, siendo líder, pretenda ejercer el Neuroliderazgo.
Este Neuroliderazgo, basado en la Neurociencia, y aplicado al funcionamiento de las emociones y su gestión, es decir, a cómo funcionan las emociones a nivel cerebral y cómo somos capaces de gestionarlas (Inteligencia Emocional), nos lleva a considerar como objeto de atención para el desarrollo de los líderes, un área de conocimiento que podríamos denominar Neuroliderazgo Emocional.
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