
El punto Dios en el cerebro
Por Tomás Núñez, ThD
La religiosidad del ser humano tiene una base biológica en el cerebro, como han
estudiado algunos neurocientíficos y que han llamado el «punto Dios» en el cerebro. A
él se debe la inteligencia espiritual que debemos desarrollar a lo largo de nuestra vida.
Estoy convencido que: «El “punto Dios” en el cerebro. La base biológica de la
espiritualidad» tiene una base biológica en la religiosidad, lo que los científicos han
llamado el “punto de Dios” en el cerebro, por lo que está presente en todos los seres
humanos. De esta forma la religión no es algo restringido a las instituciones religiosas,
ni tampoco algo opcional, sino algo permanente, que siempre está en actividad cuando
buscamos el sentido de la vida, cuando tenemos una experiencia de amor, de
solidaridad, de profunda paz y comunión con todas las cosas.
Las religiones del mundo son formas de expresar con ritos, comportamientos y
doctrinas, ese «punto Dios». Todas tienen ese «algo» en común, a pesar de tener
expresiones diferentes según las culturas.
Ello nos permite valorar esta ola de misticismo y religiosidad que permea nuestra
cultura e inunda los medios de comunicación de masas como la radio y la televisión. La
religión nos ofrece instrumentos para que espiritualicemos nuestras vidas más allá de
aquello que las religiones e iglesias constituidas nos puedan ofrecer.
Los estudios sobre el cerebro destacan tres tipos de inteligencia:
La primera es la inteligencia intelectual, lo que conocemos por el Cociente
Intelectual. Se trata de la inteligencia analítica, por la que elaboramos conceptos y
hacemos ciencia. Con ella organizamos el mundo, los Estados, las empresas, todo tipo
de burocracia, y solucionamos problemas objetivos.
La segunda es la inteligencia emocional, popularizada especialmente por el
profesor de Harvard, psicólogo y neurólogo Daniel Goleman, con su conocido libro La
inteligencia emocional. Está demostrado que la estructura de base del ser humano no
es la razón (logos), sino la emoción (pathos). Somos, fundamentalmente, seres de
pasión, empatía, compasión y amor.
La tercera es la inteligencia espiritual, reconocida recientemente por neurólogos,
neurolingüistas y técnicos en magnetoencefalografía. A través de ella captamos los
contextos mayores de nuestra vida, rompemos creativamente los límites, percibimos
unidades y nos sentimos insertos en el Todo, nos volvemos sensibles a valores, a
cuestiones del sentido de la vida y a temas ligados a Dios y a la transcendencia.
Esa conciencia tiene una base biológica en las neuronas. Cuando los lóbulos
temporales del cerebro son sometidos a una excitación de una determinada frecuencia,
se desencadena una experiencia espiritual de exaltación, de inmensa alegría y de
felicidad, como la de quien está delante de una Presencia…
Se ha observado que siempre que se abordan temas religiosos, Dios, o los
valores que conciernen al sentido profundo de las cosas, no superficialmente sino con
un compromiso sincero y profundo, se produce una excitación que va más allá de los
normales 40 hertzios. De ahí que neurobiólogos como Persinger y Ramachandran, y la
física cuántica Danah Zohar hayan bautizado esa región de los lóbulos temporales
como el «punto Dios» (véase el libro de D. Zohar, Inteligencia espiritual, Barcelona
2001). Otros prefieren hablar de la «mente mística».
Sin embargo esto no significa que Dios esté sólo en ese punto del cerebro…
Dios empapa toda la realidad. Pero el «punto Dios» es un órgano interno por el que
reconocemos su presencia en todo y en nosotros.
Pero no basta constatar el «punto Dios» en el cerebro, hay que desarrollar esta
inteligencia espiritual, volviéndonos hacia dentro de nosotros mismos y dialogando con
nuestro Centro y con lo Profundo que hay en nosotros.
El «punto Dios» alimenta nuestra resistencia a hacer el mal y nos fortalece en la
realización del bien y de todo tipo de valores, especialmente aquellos que implican
apertura al otro, protección de la vida, sobre todo de la más vulnerable, compasión,
Be the first to comment