Por Pedro Payano
“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”, Evelyn Beatrice Hall
En la Ciudad de Lawrence, el alto grado de intolerancia de algunos políticos y del pequeño grupo de adláteres a sus alrededores, no tiene parangón en una sociedad civilizada. Estos supuestos líderes no resisten la más mínima crítica. Incluso, desde el momento que alguien hace una sola objeción o señala una diferencia con ellos, de inmediato se convierte en el enemigo y, por tanto, en posible blanco de sus ataques velados o abiertos.
Las recientes injurias desaforadas contra Dalia Díaz, la directora del periódico Rumbo, son un ejemplo evidente de esa práctica inaceptable y constituyen un ultraje a la libre expresión. Ante esta situación, no podemos ser indiferentes y voltear la cara para supuestamente no meternos en un pleito que no es nuestro. Al contrario, todo ciudadano en cualquier sociedad tiene la obligación de defender los derechos de todos, para que podamos expresarnos sin ninguna coerción.
¿Cuál ha sido el “delito” que ha cometido Dalia Díaz? Publicar unas informaciones en su periódico, que ya el Eagle-Tribune había publicado, acerca de la supuesta poca asistencia del Representante Estatal Marcos Devers, a la “Casa del Estado”. Eso provocó que trataran de crucificarla, pese a que estaba ejerciendo su derecho, mientras ni jota dijeron del periódico que la había publicado primero en esta zona. Considero eso es un doble estándar. Desahogar sus frustraciones halando por el lado “débil” de la soga, pero jamás atreverse a tocar el poder que representa el diario local en inglés.
Si el Representante Devers hubiera enviado una aclaración por escrito cerrando ese capítulo, seguros estamos que esa confrontación no hubiera pasado de ahí. Pero llevó el asunto a la radio en español y en vez de aclararlo, lo que ocurrió fue que lo complicó, dando lugar a que muchos se enteraran de lo que estaba pasando; esa fue la oportunidad que aprovechó su adversario para convertirlo en un tema de campaña contra Devers.
Semanas después, Dalia publica otra información obtenida en “La Oficina del Tesorero del Estado” que le provee elementos para cuestionar declaraciones anteriores de Devers, pues según ella, este representante le había mentido a la población sobre su registro de asistencia.
¿Cuál fue la respuesta inmediata de muchos seguidores del Representante en los medios de comunicación? Detractar a la directora de Rumbo, con el objetivo de quitarle credibilidad a sus conclusiones. Cuando no se tienen argumentos convincentes para demostrar un punto de vista, los continuadores de la “vieja escuela política”, recurren a sofismas para confundir y desviar la atención. Si en verdad querían aclararle a Dalia que estaba errónea, ¿por qué entonces no utilizaron los mismos recursos usados por ella para demostrarle que estaba equivocada? Pudieron haber llamado a la “Casa del Estado” y averiguar la información, en vez de irse por la tangente. Además, pudieron recurrir al derecho a réplica en Rumbo y de seguro que se lo hubieran publicado.
La mayor responsabilidad de esta práctica intolerante recae sobre los líderes que lo permiten. La mayoría de las veces pretenden evadir esa responsabilidad recurriendo al subterfugio de que “no controlo a esa gente”, “no son parte de mi equipo” y otras evasivas que demuestran falta de carácter y liderazgo por no enfrentar la situación o porque son partes constitutivas de esa confabulación contra la libre expresión del pensamiento.
Lo penoso de esto, es que algunos de los que supuestamente abogan por altos niveles de ética política, prefirieron poner los intereses de una campaña política por encima de sus convicciones. Hubiera sido preferible que no hubieran opinado nada, si no tenían los elementos de juicio.
La historia demuestra que los hombres y mujeres no son evaluados por sus palabras, sino por sus acciones. En los momentos difíciles, cuando se presentan las grandes pruebas es que cada quien demuestra lo que realmente es. Por eso es muy importante que tengamos una visión que nos guie: ¿Qué intereses realmente debemos defender, los del pueblo o lo de un individuo o grupo en particular?
Esperamos que comportamientos como los antes señalados, atacando a la libertad de expresión, no vuelvan a repetirse, no importa la bandera política o el candidato que defendamos, ya que el interés personal no puede estar por encima de la razón y el derecho. Dalia tiene todo el derecho a expresar su opinión, como la tenemos todos. Está consignado y garantizado en la Primera Enmienda de la Constitución de los E.E.U.U., y en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Ese derecho que tiene Dalia debemos garantizárselo por principio y por convicción. Si alguien no está de acuerdo con ella, tiene el derecho a responderle, pero manteniendo la dignidad y el respeto.
El autor, Pedro Payano, es educador y politólogo.