Por Paul V. Montesino, Ph.D., MBA, ICCP.
Como padre preocupado de dos hijos antes y un profesor de universidad de muchos años más tarde, la salud y el bienestar de mi familia y mis estudiantes, una familia extensa cuando usted es realmente un maestro, siempre me preocupaban.
Era importante que tuvieran un buen desayuno, almuerzo y cena. También fue beneficioso si tenían una buena noche de sueño. ¿Y tengo que decir algo sobre su ambiente y la calidad de sus vidas? ¿Qué tal el tiempo suficiente para la recreación y el estudio? No hay duda en mi mente que esos factores ayudan a cualquier niño a crecer sano e inteligente. Ahora no creo que otros padres no sientan lo mismo por su descendencia. Es por eso por lo que mi mente se ofende y mi corazón se hiere cuando miro a los llamados “soñadores” demostrando en las calles pidiendo una oportunidad de ser simplemente…. “estudiantes”.
Hace muchos años, como estudiante universitario en Cuba, era imposible para mí y para miles de otros estudiar porque las clases habían sido interrumpidas o las instituciones de educación superior habían sido paralizadas por huelgas y manifestaciones peligrosas de la calle. La difícil situación de estos soñadores como inmigrantes hoy ha nublado el hecho de que, a una edad temprana, cuando su única preocupación debería ser entender y aprender de sus libros y maestros, deben abandonar esa empresa legítima porque la sociedad los ha abandonado por razones políticas sin relación con la educación.
Como profesor, no puedo pensar en ninguna otra pesadilla que me mantendría despierto por la noche. Es un castigo cruel e inusual, una violación de la octava enmienda a la Constitución de los Estados Unidos. No sólo eso, también es injusto y no americano.
Y ese es mi punto de vista hoy.