Por Ismael Rondón
Es asombroso como las autoridades, a pesar de la crisis y la difícil situación económica por la que atraviesa la ciudad, deciden malgastar valiosos recursos obtenidos mediante préstamo en algo que, según las justificaciones dadas por ellas mismas, no es necesario. Es difícil entender que la ciudad más pobre del Estado, y donde por más de diez años consecutivos se ha castigado a los dueños de propiedades aumentándole los impuestos para balancear el presupuesto, emprenda un proyecto que, además de innecesario, no posee fundamento legal, pese a que se ha engañado a la población asegurándole lo contrario.
Este nuevo sistema de lectura de medidores de agua, cuya pieza principal es un dispositivo que conectado al medidor le permite a un empleado de una empresa privada o de la ciudad saber cuando en una casa se abre o cierra una llave, supone un despilfarro del dinero de los contribuyentes, y podría crear los problemas que pretende resolver y otros más. Sin embargo, a pesar de lo antes señalado y de las quejas de algunos residentes, la implementación de dicho sistema, al que en ocasiones también se le llama automatización del sistema de lectura, se lleva a cabo ante la inmutabilidad de las autoridades ejecutivas y legislativas de la ciudad, que han sido advertidas debidamente sobre la no necesidad y la posible ilegalidad de la obra, y del engaño al que han sido sometidos los usuarios del servicio de agua potable al asegurárseles que tal procedimiento está avalado por la ley y que es obligatorio.
Este empeño por cambiar algo que no está dañado, que es algo similar a hacer consumir medicamentos a una persona sana, hace despertar la suspicacia de cualquier persona con una mínimo de raciocinio, y más aún si quien auspicia el proyecto es el Departamento de Agua, el mismo departamento de donde salieron los fondos para la innecesaria e indebida compra del “vehículo del alcalde”, y que -según se comenta- ha realizado otras compras similares para otros departamentos, a pesar de ser un “enterprise fund”. Nadie debería sorprenderse si al cabo de un tiempo se hace más evidente que esta obra, en esencia, guarda cierta semejanza con la repavimentación de las calles.
¿Cómo es posible que la ciudad más pobre del Estado se dé el lujo de gastar dinero en la implementación de un nuevo sistema de lectura de medidores de agua -incluso antes que ciudades en mejor situación económica- cuando el que posee aún está funcionando apropiadamente? ¿Cómo es posible que se proclame que no hay fondos para solucionar problemas reales y tan importantes como el auge de la delincuencia, y al mismo tiempo se gaste dinero en solucionar problemas que no existen? ¿Cómo es posible que se pida a los residentes de la ciudad con el índice de desempleo más alto del Estado que se sacrifiquen y acepten un aumento de los impuestos a la propiedad, y al mismo tiempo se derroche dinero en obras que no se necesitan?
Cuando los gobiernos malgastan el dinero del pueblo en obras innecesarias, también pierden su calidad moral para exigir e imponer sacrificios a sus gobernados. En estos momentos, el nuevo sistema de lectura de medidores que lleva a cabo el Departamento de Agua es tan necesario como la construcción de un puente donde no hay rio y el terreno es plano; como una prótesis para una persona que tiene todas sus extremidades. Prescribir medicamentos a una persona sana solo es buen negocio para quien provee los medicamentos.
Este artículo representa la opinión del autor y no la del periódico. Rumbo acepta puntos de vista opuestos con el mismo respeto.