Los Migrantes Históricos.
Un Punto de Vista © 1996
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA, CSP.
Todos los días, hombres, mujeres, niños y familias enteras, salen de su país cruzando sus fronteras caminando o sobre ruedas viajando a México esperando ingresar a los Estados Unidos de América a pie para reiniciar sus vidas rotas.
El 3 de agosto de 1492, una pequeña flota compuesta en su totalidad por hombres en tres navíos llamados Niña, Pinta y Santa María, zarpó del puerto de Palos en el río Tinto español, navegó hacia el sur hasta las Islas Canarias, hacia el noroeste de África y pasó un mes en Sebastián de la Gomera, una de las Canarias, zarpando finalmente el 6 de septiembre en un viaje que terminó el 10 de octubre cuando desembarcaron en una isla en lo que hoy es el Caribe y los nativos llamados Guanahani.
Los preparativos de Cristóbal Colón para su viaje no incluyeron la solicitud de una visa a los nativos de Guanahani. Y, desde luego, no incluía visados temporales para los tripulantes de sus naves que habían sido encarcelados anteriormente. Los europeos trajeron virus y bacterias mortales, como la viruela, el sarampión, el tifus y el cólera, para los que los nativos americanos no tenían inmunidad (Denevan, 1976). Colón se encontró por primera vez con hojas de tabaco en 1492 cuando los indios americanos se las regalaron. Luego se introdujo la planta del tabaco y el fumar a los europeos, y nunca dejaron de toser. A eso se le llama “desquite.”
Este año, mientras nos tomamos un día libre del trabajo o la escuela para recordar, si no honrar, la llegada de Colón a las Américas, hay miles, millones, que han viajado por todo el continente americano, tanto del Norte como del Sur, tratando de descubrir su propio futuro a riesgo peligroso de sus presentes.
Desafiar la reputación de Colón, como muchos lo hacen, no es solo un esfuerzo presente de minorías de todas las formas o causas. Sucedió anteriormente. Hay una alta estatua en Santo Domingo, la capital de la República Dominicana, que tiene una versión plural de mi apellido Montesino. Su nombre era Fray Antonio de Montesino“s”, un fraile dominico y misionero español que fue uno de los primeros europeos en condenar públicamente el maltrato de los pueblos que vivieron en estos continentes durante siglos.
Es mejor recordado por un sermón pronunciado el 4 de diciembre de 1511, en el que hizo un ataque feroz contra los colonos que habían esclavizado a los pueblos del Caribe.
No pretendo ser su descendiente, aunque me honoraria serlo. Y tampoco estoy seguro de si Cristóbal Colón merece unas vacaciones nuestras, pero estoy convencido de que Fray Antonio también se las merece. Me pregunto si los que tiran piedras en los caminos por los que transitan los migrantes de hoy merecen tomarse un día libre para considerar sus acciones.
Pero estoy seguro de que usted y yo nos lo merecemos. Que tenga un feliz día de Colón… eh, de Fra Montesinos.
Y ese es mi punto de vista hoy. Agur.
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