Un punto de vista © 1996
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA, ICCP.
De luces y linternas. La búsqueda interminable de Diógenes.
Hace muchos años que no me interesa o atrevo contar, mi padre, el periodista Pedro Pablo Montesino, se involucró de lleno en la política cubana. Después de un período particularmente violento en la historia cubana durante una de las dictaduras “du jour” que lo encarceló unos meses, apoyó las ideas liberales y la organización de un abogado y economista amigo que apoyaba la candidatura de otro abogado muy respetado en los círculos políticos cuyo nombre prefiero mantener en el anonimato porque al final perdió las elecciones y mi padre su candidato favorito.
Yo era un estudiante de primaria y solía acompañar a mi padre a muchos de sus mítines políticos en varios lugares y en diferentes ocasiones. Mi presencia no fue una pérdida de tiempo. Para mantener ocupado al niño curioso que había en mí, los organizadores de los eventos me entregaban volantes y folletos para distribuir a la audiencia, una tarea que realicé con orgullo, eficiencia y entusiasmo.
La pérdida de “nuestro” candidato fue una dolorosa decepción no sólo para mi padre, que estaba convencido de los méritos de su amigo, sino también para mí por no haber logrado mucho repartiendo “mis” volantes y folletos. Me olvidé de decir que nunca leí el material que estaba distribuyendo, su significado político o su valor para el electorado. Supongo que no estaba menos informado que muchos políticos en ese entonces o incluso ahora entre nosotros sobre la verdad de las ideas que se discutían. Pero esta alienación entre hombre o mujer con principios no era ni es nada nuevo.
Recordando esos días, me hizo pensar en otros discursos políticos. En los años 404-323 AEC, hubo un griego llamado Diógenes de Sinope que fue apodado “filósofo cínico.” Las diferencias entre él y los políticos de hoy no son el cinismo, sino que no son filósofos.
Este señor Diógenes solía vagar sosteniendo una linterna o una vela en las caras de los ciudadanos de Atenas alegando que estaba buscando a un hombre honesto. Sí, incluso en la época griega precristiana, los hombres honestos eran difíciles de encontrar y no había cámaras en ese momento para hacerse “selfies” con ellos. No faltaban teléfonos inteligentes; Eran los ciudadanos inteligentes lo que faltaba.
Sin saber el nombre o las hazañas de este cínico griego, pensé que mi padre y yo habíamos encontrado un hombre honesto. Su derrota en las urnas puso fin, si no a las ambiciones adultas de mi padre, al menos a mis expectativas infantiles. Juré entonces que nunca me postularía para un cargo político público para evitar una mayor desilusión. La ambición había sido cortada de raíz y nunca miré hacia atrás. El Partido Cínico había ganado las elecciones.
En su búsqueda de un hombre honesto “Diógenes también rechazó el concepto de modales como una mentira y siempre abogó por la veracidad completa y bajo cualquier circunstancia, Wikipedia.” ¿Nos sorprende entonces que los políticos actuales, sin linterna ni vela, carezcan de todo sentido de los modales y se insulten unos a otros en todas las circunstancias? Esa práctica no solo los ofende a ellos, sino también a nosotros. Supongo que ahora conoce el resto de la historia y de dónde viene.
Y ese es mi punto de vista hoy. Abur.
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