Las Metáforas no Invitadas.
Un punto de vista © 1996
Por Paul V. Montesino, PhD, MBA, CSP.
Repetidamente, la vida nos ofrece ejemplos no solicitados de su fragilidad. Son momentos que no solo nos sorprenden, sino que nos confunden y desconciertan. Ya se trate de incidentes climáticos o de nuestras propias interacciones agresivas entre grupos, los resultados son los mismos: nada es como antes y no solo terminamos con la destrucción, sino también con una dura lección que nos enseñará cuán indefensos estamos realmente ante tales calamidades.
Los recientes incendios forestales destructivos en California son una excelente metáfora que podemos usar para evaluar nuestra existencia incluso si no estamos allí. Los árboles y arbustos que habían estado creciendo sin obstáculos durante siglos desaparecieron de la noche a la mañana. Casas de diferentes diseños arquitectónicos que albergaban tanto a ricos como a pobres se convirtieron en cenizas y sus ocupantes tuvieron que salir apresuradamente para evitar la muerte y luego no encontraron nada de valor cuando intentaron regresar. El concepto de “tabula rasa” puede aplicarse aquí.
Pero la metáfora cubre un amplio espectro más allá de California. Hubo millones de seres humanos en ciertos países, incluido el nuestro, antes y ahora, que hemos dejado atrás hogares, familias, cultura y posesiones para emigrar con nada más que un sueño y una bolsa al hombro, una ilusión de que las cosas mejorarían de alguna manera. Huelga decir que se pagó un alto precio por la destrucción voluntaria de lo que había detrás y por la falta de reconocimiento positivo de las acciones que se tomaron.
No había fuego alimentado por los vientos detrás de nosotros cuando teníamos que movernos, pero el simbolismo era el mismo. En la historia de las civilizaciones, moverse de donde estamos es un comportamiento humano constante. Podrían haber sido las hordas que se desplazaban hacia el oeste desde África hacia las tierras europeas, los europeos que navegaban hacia América, los pueblos indígenas que cruzaban las tierras árticas hacia el este y el sur hasta nuestro continente. Quienes quiera que fueran, actuaron como víctimas de un incendio que consumió su pasado y los obligó a comenzar una nueva forma de vida.
Lo que nos lleva de nuevo al ejemplo de esta metáfora californiana. Los residentes de la Costa Oeste tienen que reconocer su tragedia y volver a encender sus motores. Ellos, y nosotros con simpatía, miraremos la lección enseñada por la destrucción de tantas vidas y seguiremos adelante de la misma manera que los millones de personas que lo hicieron anteriormente. Sobrevivieron; sus culturas finalmente también lo hicieron, y todos esperaron pacientemente cualquier nueva metáfora que la vida quisiera proporcionarles.
Y ese es mi punto de vista hoy. Agur.
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