El artículo que nunca se publicó… hasta hoy
Los artículos o historias de periódicos o libros son para nosotros los escritores como nuestros hijos recién nacidos. Es quizás por eso que estamos tan celosos de proteger su belleza e inocencia.
Escribí mi primer artículo que valía la tinta en la pluma que usé y el papel donde lo escribí, mucho tiempo antes de que pudiera convertirse en parte de mi familia de “Punto de vista”, y permaneció sin ser molestado en una de mis gavetas durante ese tiempo.
Era una historia sobre un típico hombre sin hogar que pasaba sus días mendigando y dando vueltas sin rumbo por la ciudad extendiendo sus brazos a extraños que pasaban y que podían o no dejar caer unas monedas en su sombrero harapiento. Titulé la historia “En Dios Confiamos” como reconocimiento al lema grabado en todas las monedas estadounidenses desde 1938 y, obviamente, en las que este hombre coleccionaba asiduamente.
Su cara era familiar y la mayoría de los transeúntes lo reconocían en su camino al trabajo de un tipo u otro y más tarde durante el día en su viaje de regreso a casa con familiares y amigos. Todos se preguntaban cómo este tipo que se veía sucio llevaba el mismo sombrero viejo y ropa arrugada podría ganarse la vida decentemente. No se daban cuenta de que dependía completamente de las pocas monedas que la mayoría de los extraños que lo reconocían estaban dispuestos a dejar caer generosamente en su caja de colección.
Los que lo habían conocido desde hacía tiempo, habían escuchado que había sido un exitoso hombre de negocios cuya suerte se había acabado. Algunos incluso escucharon que una mujer había sido la causa de su caída, pero, por supuesto, las mujeres han sido culpadas por los problemas de los hombres desde el día en que las primeras frases del Génesis fueron escritas, por un escriba masculino, hace mucho tiempo.
¿No era una joven llamada Eva la que había puesto una maldición eterna sobre la profesión médica al afirmar que “Una manzana al día” mantenía alejados a los hombres brujos que practicaban la medicina? Le llevo a otro hombre sin trabajo llamado Adán creerse esa advertencia.
Nuestro amigo el mendigo “cerraba la tienda” alrededor de las seis en punto de la tarde, cuando la mayoría de sus “clientes” ya estaban más seguros en casa sintiéndose “bien” por cumplir con su deber dándole algunas monedas. Luego se sentaba y tomaba cada moneda y la limpiaba y miraba de cerca el viejo lema “En Dios Confiamos”. Pensó que se sentían bien con su gesto de empatía, sin cuestionar el resto de sus complejas vidas, porque unas pocas palabras simples grabadas en una moneda daban sentido a su existencia sin sentido.
Y mañana, por supuesto, sería más de lo mismo.
Y ese era mi punto de vista hace mucho tiempo. Y es lo mismo hoy. ¿Qué pasa con el tiempo? Abur.
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