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La mayoría de nosotros lo recordamos bien. La popular serie Hawaii Five-O dirigida por el actor Jack Lord en su papel de jefe de policía Steve McGarrett, consistió en crímenes complejos, persecuciones y misterios hasta que la trama finalmente terminaba con el famoso comando “Book Em Danno” (“Arréstalo”) de McGarrett a su asistente Danno Williams interpretado por el actor James MacArthur. Desafortunadamente, ambos murieron hace varios años.
Pero “Book Em” ha adquirido un significado diferente en estos días. El condado de Llano en Texas, por ejemplo, está considerando eliminar el conflicto creado por los opositores de muchos libros publicados cerrando las bibliotecas públicas del condado. Y sabemos que muchas otras bibliotecas, escuelas y universidades en otros estados de la nación están constantemente vaciando sus estantes de títulos a los que se oponen los padres de los estudiantes ofendidos por las ideas de libros, ya sean de ficción o no ficción. En muchos casos, los que se oponen a los libros nunca los han leído o no tienen idea de su valor pedagógico. En otras palabras, el término “Book Em”, en muchos casos, ha sido reemplazado por un nuevo término “Nuke Em” (“Atáquenlos”). La gente en el condado de Llano cree que no ver el mal, no escuchar el mal o no hablar mal eliminará todo el mal.
No estoy proponiendo que los padres de menores no tengan derechos parentales o legales para supervisar las ideas alimentadas en las mentes de estos menores cuyo comportamiento podría causarles responsabilidad por el mal comportamiento de sus hijos. Aquellos lectores de esta columna que estén familiarizados con la Operación Pedro Pan durante los años sesenta en las relaciones cubanoamericanas pueden recordar que catorce mil menores fueron enviados por sus padres a América con el fin de preservar la patria potestad y proteger las mentes de los niños involucrados.
Pero cerrar las bibliotecas o eliminar los libros que deberían estar disponibles para sus usuarios es una violación de nuestros derechos a la libertad de expresión. Recuerdo una historia divertida que circuló hace muchos años sobre un cónyuge engañado que decidió castigar a la pareja infractora quemando y tirando la escena del crimen, su cama. Sacar libros de la vista pública no es nada nuevo.
La Alemania nazi comenzó quemando los libros que no les gustaban y terminó quemando a los judíos y católicos que los leían. Esa práctica es una pendiente resbaladiza que se alimenta de sí misma y tiene un final triste y muchas veces criminal. Y hablando de Cuba, los millones de nosotros que pudimos escapar de ese “paraíso” tenemos mucho que decir sobre la falta de oportunidades no solo para expresar nuestras ideas, sino también para elegir cuáles encontramos adecuadas entre las demás.
En la España de los 1500, se publicaban muchas historias sobre Caballeros Errantes que se hicieron populares, pero también ofendían a otros. A un hombre llamado Miguel de Cervantes y Saavedra le tomó mucha paciencia, coraje y tiempo escribir una novela destinada a terminar con todas las historias de Caballeros Errantes. Su obra: El Ingenioso Caballero Don Quijote de La Mancha, una de las mejores obras jamás escritas y traducidas a más de cincuenta idiomas.
Me pregunto cuántos tesoros similares a esta gran joya de la literatura son invisibles porque algunos lectores se sienten incómodos con ella.
Y ese es mi punto de vista hoy. Abur.
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