La suerte sangrienta de los gallos luchadores
Por Paul V. Montesino, PhD.
Las peleas de gallos no se tratan solo de juegos, apuestas, entretenimiento y una fuente de mano de obra muy necesaria. También son un símbolo, una metáfora por así decirlo, del “machismo”. El gallo es “nosotros” y nosotros somos “el gallo”. Cualquier intento oficial de prohibir sus sangrientas peleas es visto no solo como un ataque económico contra nuestra forma de vida, sino también como un ataque contra nuestra imagen y orgullo masculino cultivado. Proyectamos nuestras agresiones en nuestro gallo favorito y lo hacemos nuestro agente.
El 20 de abril de 2021, el gobierno cubano emitió y publicó un decreto ley sobre bienestar animal que castiga a los infractores con multas, pero que permite las peleas de gallos y la matanza religiosa de santería. El 14 de enero del 2021, en Puerto Rico, la nación y sus líderes se levantaron de ira protestando por los esfuerzos de un juez federal para prohibir la práctica del llamado “deporte”. Nada menos que Mariano Rodríguez, un respetado y reconocido pintor cubano ya desaparecido y recordado en una exposición del Boston College, dejó su huella en los lienzos dibujando gallos y llamándolos “El Gallo”.
Estamos familiarizados con las peleas de gallos. Hemos estado ahí, pero no somos sus fanáticos.
“Fico” y su mundo de peleas de gallos.
Originalmente Publicado en Julio del 2006; editado en mayo del 2012.
Se supone que los veranos sean tiempos más lentos para los que escribimos. Son momentos en que las mentes hacen marcha atrás y escogen entre las reminiscencias que yacen reposando escondidas en alguna de sus partes. Este verano no es diferente, así es que voy a viajar hacia atrás a través de la senda de mis memorias.
Estoy seguro que mis lectores saben que crecí en otro país, otra cultura. En realidad, no hace falta nombrarlo; no es importante para lo que voy a decir hoy. Podemos guardarlo secreto; imaginemos que es como si fuera una conspiración entre usted y yo; fue una nación latina si le interesa. Eso es todo lo que necesitamos para esta historia; podría ser donde quiera.
Lo que muchos de ustedes no saben es que también tengo una gran memoria y soy capaz de extraer imágenes de mi niñez y dibujarlas en el lienzo de mis escritos hoy día. Eso me provee con una oportunidad de revivir esos momentos y colocarlos en el contexto de mi propia experiencia entonces y ahora y compartirlas con mis lectores. Desde luego, esos son momentos íntimos míos, instantes que son obviamente irrelevantes para la mayoría de la gente, pero verdaderamente existentes en lo que llamamos “nuestro pasado”. Los escritores somos también pintores; ellos con brochas y pasteles, nosotros con plumas y gramática. Yo pinto ficción de la realidad.
Una de esas imágenes grabadas en mi memoria es la del mundo único de las peleas de gallos. La otra es el nombre de Fico, sobrenombre de Federico, un criador de gallos de pelea que pasaba todo momento de su vida preparando el gallo para que fuera el mejor contendiente que podía ser o atendiendo a los minutos detalles de negocio de esa ocupación, que eran muchos. Fico era un hombre viejo ya cuando lo conocí: bajo de estatura, delgado como una flecha, intenso y agitado, con ojos penetrantes que lo miraban a uno como si estuviera tratando de evaluar nuestra habilidad gallina de pelear. Podía ser muy amistoso un momento; sarcástico el próximo; profano algunas veces, todo relacionado con sus aves y parte de la misma persona.
Yo nunca había imaginado a un criador de gallos que usaba camisa de cuello, corbata y mangas largas cuando oficiaba, pero ahí estaba. Las peleas de gallos eran su carrera, su imagen de respetabilidad. Cuando hacia su entrada a la pequeña valla del coliseo, la ruidosa multitud anticipando el sabor de la sangre que se avecinaba, sus hombros se enderezaban; su altura se expandía. Caminaba como si tuviera cuatro zapatos; dos en sus pies, los otros dos bajo sus axilas para hacer los hombros mas anchos; uno de sus animales entrenados en la mano. Siempre me impresionó.
Tenía su propia “gallería” en la casa. Imagínese que usted sea un entrenador de boxeo y tiene su propio cuadrilátero detrás de la casa. Y allí estaban, su esposa e hijos, sus amigos siempre cerca escuchando los cantos del largo inventario de gallos que caminaban impacientemente de un lado a otro dentro de las jaulas. Yo no tenia idea de cómo Fico podía ganar su sustento y el de su familia en esa profesión, no cuando muchacho ni después cuando crecí. Pero eventualmente lo averigüé.
El criaba gallos para gente muy rica e influyente: políticos, hombres de negocios, caracteres ociosos con mucho dinero que quemar y nada mas de interés que hacer. Eran personas, en su mayoría hombres de edad media o vieja, la esposa o la amante colgando del brazo, que tenían pasión por las peleas de gallos, pero no por los cacareos en sus propios patios.
En los Estados Unidos las peleas de animales son ilegales, algunos dirían que inmoral. En otros países de habla hispana se consideraría ilegal no tenerlas. Las corridas de toros en España, por ejemplo, me imagino que lo mismo puede ocurrir en Méjico, se supone que sean una metáfora del hombre contra la bestia. El torero representa nuestras mejores cualidades-sí, yo se lo que usted está pensando-y el toro es nuestra peor naturaleza animal. Cuando el matador se enfrenta a la bestia está en realidad tratando de destruir la tentación de sus peores instintos y convirtiéndose en una mejor persona. No se lo diga al toro, porque no lo va a creer, pero ese es en realidad el significado del mensaje. Es en realidad “bulería”, bueno algo parecido.
Hace varios años, en un viaje a través de Europa, me encontré con una pequeña escultura muy singular: un torero, su cuerpo volando en el aire, acorneado por un toro. Me gustó de inmediato; presentaba un punto de vista diferente. Podría haber sido el logotipo favorito para mis artículos. Dudé comprarlo; estaba yo en Lisboa entonces, al comienzo de nuestra excursión, y decidí esperar para adquirirlo hasta que volviéramos a la capital portuguesa en nuestra ruta de salida del continente. Desafortunadamente la exhibición del artista se había terminado cuando regresamos y los patrocinadores no me pudieron poner en contacto con el artista.
La moraleja de esta historia es muy simple: nunca esperen para comprar su escultura favorita de un torero acorneado. Portugal, a propósito, no permite que se mate al toro en las corridas. La criatura se sacrifica mas tarde y se le da como alimento a las instituciones caritativas. Eso es mas humano me supongo, pero no estoy seguro de lo que eso hace a la metáfora sobre nuestros instintos. Tal vez significa que jugamos con ellos y jamás los eliminamos por completo.
Las peleas de gallos son similares de cierta manera, pero en ellas estamos lidiando con la muerte entre iguales, la supervivencia del mejor; Darwin a la quinta potencia. La metáfora es sobre la manera en que nos comportamos en una guerra; en realidad una cosa absurda. El pelo de los gallos recibe un corte alemán y lucen como cadetes de una escuela militar. Las patas se afeitan igualmente y reciben espuelas que son mortales en la pelea.
Y la unión “espiritual” íntima, perdonen si uso aquí el adjetivo equivocado, entre dueño y animal es total. Es ahí donde Fico intervenía. La persona que le pagó para que diera forma a su gallo de pelea para el momento supremo de la verdad esperaba nada menos que excelencia en el comportamiento del animal, incluyendo la posibilidad de que muriera. Y Fico lo sabía.
The cockpit at the center of the action is a round circus ring where birds are teased to a point of confrontation after which there is no return; as someone has said, “a man has to do what a man has to do.” The floor is sawdust good for the chicken to walk and the blood to dip. Wings fly in the air, necks raised in anger, spurs stuck in each other’s’ bellies.
La valla al centro de la acción es un anillo similar a la arena de un circo donde a los gallos se les tientan, fastidian y embroman entre sí hasta un punto de excitación en la confrontación del que no se puede regresar; como alguien dijera, “un hombre tiene que hacer lo que un hombre tiene que hacer”. El piso es de aserrín bueno para que los gallos caminen y la sangre se disuelva. Las alas vuelan en el aire, los cuellos se alzan en medio de la ira, las espuelas se traban en el cuerpo del enemigo.
El gentío grita. Las apuestas se hacen, algunas veces modificadas en el calor del momento, en alta voz. Y cuando uno de los animales finalmente muere, la multitud se siente satisfecha. Es hora de tener otra pelea; hay intercambio de dinero, los tabacos se muerden. Y en el viaje de regreso a la casa los fanáticos compartirán historias inconsecuentes y sin sentido sobre las aves que ganaron. Pero, desde luego, los gallos no sabían.
Fico había provocado la furia y el poder destructivo del animal a su nivel de ejecución máxima. Era de ahí de donde provenía el dinero la mayoría de las veces. Solo tenia que mencionar el nombre del ave para recordar al de su dueño. Pasaba horas en trance afilando las espuelas para hacerlas mas letales. Y desde luego, apostando por su bandada cuando creía seriamente que ganaría, podía generar ingresos también. El animal que perdía o ganaba no era simplemente un pájaro; era un símbolo de masculinidad para su dueño.
Nadie sabía la reacción de un cliente perdedor cuando regresaba a la casa a su esposa o su amante. A lo mejor era una bomba que no estallaba; o no estaba de buen humor. ¡Eh! Un hombre puede también tener un dolor de cabeza por favor. Ella se preguntará como es que un animal de alas y dos patas puede competir tan elocuentemente con sus encantos. Y Fico lo sospechaba. Eso era por lo que, de cierta manera, era un hombre popular con las damas. Ellas tenían confianza en su habilidad de cumplir con las esperanzas de sus clientes; la alternativa era una noche de amor desperdiciada. Él era un afrodisiaco para sus patrones.
Yo nunca le di mucho pensamiento a la ocupación de Fico, o mucho crédito. No hasta que terminé de leer “El Origen de las Especies” de Charles Darwin y la importancia de la crianza y domesticación de animales. Fico fue un selector natural de lo mejor que los gallos de pelea podían producir; el era en realidad un evolucionista. Su labor mejorando la supervivencia de los gallos competía seriamente con cualquier referencia sobre las palomas descrita por Darwin en su famoso trabajo de investigación. Las cualidades que sobrevivieron en los gallos de Fico se hicieron parte eterna de muchas generaciones futuras de gallos de pelea. Usted podía ver que las miradas de los ojos de gallos que vivían solamente para pasar un buen tiempo con las gallinas eran muy diferentes a las de los guerreros que no tenían tiempo para esas distracciones. Estos últimos eran en realidad mucho más serios.
El día que dejé mi patria, para siempre como después resultó, mientras el avión maniobraba hasta el final de la pista y doblaba para levantar su nariz y alas plateadas hacia el cielo cálido de primavera en el que se dirigiría a la Florida, noté un cansado campesino que laboraba en una finca cercana. Con dos bueyes y un arado frente a él, sus ojos casi cerrados por el fuerte sol que le hería la cara arrugada miserablemente, trataban de romper para plantarlo el duro y fértil suelo que yo dejaba atrás.
También pude ver un gallo joven y ligero que apuradamente, su cuerpo tambaleándose hacia ambos lados, corría tras el sembrador. No se sabia donde iba; no lucía irascible, mas bien asustado, tal vez tratando de escapar del ruido incesante y creciente producido por las hélices y motores de mi nave. Me recordé entonces de Fico, muerto ya hacía varios años, por un instante. Me pregunté si este espécimen seria un descendiente de sus criaturas belicosas. Las peleas de gallos no eran ya populares en esa época, las luchas humanas las habían remplazado, pero pensé que tal vez a Charles Darwin le habría gustado saber sobre este hombre que había llevado a cabo una labor de evolución en su propio patio. ¿Fue Fico realidad o ficción? se preguntan ustedes. Bueno, solo puedo decir que estuvo casado con una pariente mía.
Y este es mi punto de vista en un día lento de fin de verano.
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