Nunzio DiMarca nació en el pueblo de Motta, Santa Anastasia, Provincia de Catania en Sicilia. Él era el mayor de 3 hermanos, Orazio, Anastasio y Carmelo. A la edad de 12 años en compañía de su madre Agata y sus tres hermanos abordó el buque Saturnia que los trajo a América. Desde un principio, se radicaron en Lawrence, donde ya residía una hermana de Agata que les había hablado de las oportunidades de empleo en este país.
Seis días a la semana él y sus hermanos asistían a la Escuela Holy Rosary Grammar School en la calle Summer, donde la directora les enseñaba inglés.
Se ha escrito y se ha hablado de su formación católica, la pasión que sentía por su familia, sus estudios, y su facilidad para aprender idiomas, el amor que sentía por Lawrence, ciudad que les abrió los brazos y a la cual sirvió como Concejal. También sirvió a este país como Reservista en el Ejército por siete años.
Nosotros queremos mencionar otro aspecto de su vida por la cual él sentía pasión: los hongos.
Cada año, finalizando el otoño, recorría ciertos bosques de los alrededores, donde sabía encontrar distintas variedades de ellos. Una vez en la casa, los preparaba de distinta forma y los conservaba en potes de cristal para su consumo familiar aunque la mayoría eran repartidos entre sus amistades. Éramos dichosos de ser unos de ellos, y siempre teníamos hongos frescos.
Nos viene a la memoria la vez que nos invitó, conjuntamente con el Padre Joel Almonó, a una “cacería de hongos”, como él la llamaba. Nos llevó bosque adentro, donde sólo veíamos hojas secas en el suelo y llegado a un punto nos dijo, busquen aquí bajo las hojas, y allí encontramos cientos de pequeños hongos con forma de sombrillas, los cuales nos enseñó como procesarlos. Debo confesar que no quedaron como los que él hacía.
Aunque no eran estos los hongos a los que nos referimos, eran otros enormes, algunos pesaban cerca de 20 Lbs.
Estos se procesaban de otra forma. Unas de ellas era cortarlas en lascas, empanizarlas y freírlas. Al comerlas, no tenías idea de lo que estabas comiendo, sólo que era delicioso. El sabor y la textura son muy similares a la tortuga. Aquellos que la hayan probado, saben lo que estamos diciendo.
Desafortunadamente, Nunzio nunca reveló los sitios donde todos los años encontraba sus hongos, aunque siempre compartía sus hallazgos, se llevó el secreto con él.