La administración de Trump no le da ni por los tobillos al gobierno dominicano y sus “aliados”.
Por 𝐽𝑜𝑠𝑒́ 𝐴. 𝐴𝑦𝑎𝑙𝑎
Diferencias: Trump (por quien no voté en el 2016 ni planeo votar en noviembre 2020), como individuo, y hasta como presidente, utiliza su cuenta en Twitter para criticar la prensa, sus opositores y no opositores políticos o no políticos, líderes nacionales e internacionales, y hasta a sus funcionarios y ex funcionarios. Nadie está exento de la boca y el intimidante teclado de Trump.
Debo reconocer que Trump ha tenido encontronazos públicos con periodistas siendo candidato y como presidente con pinceladas de censura, burlas y otros maltratos verbales. Pero ese es Trump. La gente lo sabía y aun así votó por él. Y, si gana el juicio en el Congreso, quien sabe si lo tendremos por 4 años más. Mi punto se dirige a que no es una mala actuación oficializada, apoyada y sustentada por los 50 Estados, sus territorios y sus poderes e instituciones. Es Trump y punto.
Dicho esto, desconozco de algún medio de comunicación al que se le haya cortado la publicidad del gobierno. Desconozco de algún comunicador o su familia que hayan sido amenazados o maltratados físicamente por sus publicaciones, críticas, o trabajos de investigación, por lo menos en los últimos 30 años.
El caso dominicano va más allá de la legendaria y hasta sanguinaria censura a que nos tienen acostumbrados los que se creen dueños de mi país desde Trujillo, Balaguer, PRD y PLD, sus funcionarios y socios. Y los que somos dominicanos recordamos lo que le sucedió al periodista Orlando Martínez, al Profesor Narciso González, y otros profesionales de la comunicación de masas como Marino Zapete, Nuria Piera y Alicia Ortega quienes, aunque están vivos, ellos y sus seres queridos, viven en desasosiego ante el bloqueo económico, hostigamiento moral y amenazas a ellos y sus familiares por parte de funcionarios, lacayos y serviles privados del gobierno.
Lo de hoy no es nuevo. Es corrupción, crimen organizado, una justicia complaciente, miles de millones combinados todo en su máxima expresión para dar un golpe certero y contundente a las voces y plumas creadoras de conciencia social y desarrollo humano.
Lo que ha cambiado es la forma. El fondo, el objetivo, el común denominador sigue siendo el mismo: callar la palabra ya sea de forma física, corrupta o inmoral.
Parece que el abuso criminal del poder ya es endémico en TODAS las administraciones de mi país y sociedades como la nuestra.
Por lo mostrado en este trabajo de Univisión NY, parece que ahora hay otras variables en la ecuación de censura, intimidación y compra de conciencia:
Primero, la confabulación del gobierno al también apoyar y aceptar la censura e intimidación a la prensa desde las cárceles y fuera de las cárceles.
Segundo: La integración, bajo presión, del sector privado para que también retiren su publicidad de los medios críticos del gobierno o allegados al gobierno.
Tercero: La complicidad y completa “disposición” de periodistas y “comunicadores” para que el gobierno y aliados privados les compren la palabra y la pluma.
Y, cuarto, el que más me impacta, la disposición de un pueblo a aceptar y hacerse cómplice con su silencio e inacción, a una situación a toda vista ilegal, abusiva y criminal. Parece que la gente ha perdido todo sentido de sensibilidad y solidaridad ante las víctimas (en este caso la prensa).
La educación formal e informal, desde la prescolar a la universitaria, a los medios de comunicación masiva, a las organizaciones comunitarias e iglesias, debe servir como tablas salvavidas en medio de la tormenta.
Amigos, no basta denunciarlo y publicarlo. La cosa no es tan simple como parece.
Es parte del amplio menú de desafíos diarios de la sociedad dominicana, y que sólo los dominicanos y dominicanas de aquí y de allá debemos resolver.
(Gracias a mi amigo y hermano, el periodista Sixto Bussi por su aporte en esta opinión).