CARTA PUBLICA A FRANK A. MORAN

Sr. Frank Moran,
Representante Estatal por el Distrito 17, en la Ciudad de Lawrence.

Apreciado Frank:

En estos días donde las discrepancias pululan por doquier, donde las pasiones obnubilan todo proceso lógico de entendimiento por ende los valores humanos igual que sus virtudes se convierten en anti-virtudes y anti-valores, es muy probable y con razón que algunos ciudadanos sientan pavor en abrazar o ser arropados por el encanto del quehacer político vernáculo, entonces figuras como la tuya adquieren dimensiones distintas.

A mediado del 2006 en el rincón literario que tenía la Ciudad de Lawrence, la Librera Nobel, parada obligatoria de políticos, escritores, líderes comunitarios y religiosos quienes en forma cuasi-religiosa se daban cita todas las tardes para abordar solo dos tópicos, el proceso creador del lenguaje y las palpitaciones políticas.  En dicho “Fuenteovejuna” lugar los nombres de diferentes políticos locales levantaban todo tipo de pasiones cuando eran narradas sus acciones, pero tu nombre rara vez era mencionado y cuando tal acontecía, la mención de tu nombre estaba poblada de respeto, con tan solo semanas de llegar a la ciudad tal conducta me llamó la atención y quisimos saber quién era, el que inspiraba tal respeto.

La primera vez que estreché tu diestra fue en los pasillos del City Hall lawrenciano, no sé dónde adquirí este hábito, pero siempre en un primer encuentro tiendo a escuchar más el lenguaje de los ojos que el de los labios, sobre todo si es con un político el encuentro, ya que los ojos no mienten por más adiestrado que estén los labios, para sorpresa nuestra usted era pardo al hablar, lacónico, pausado, de mirar firme, de una mirada límpida, transparente, nunca la esquivó.

Nuestra conversación apenas duró un par de minutos, al finalizar, uno de los fundadores del Desfile Dominicano nos inquirió respecto a nuestra opinión sobre su persona, dije: un político atípico, poco convencional, me temo que no promete cosas, solo habla con el corazón y paso seguido les narré una anécdota de dos políticos, uno joven y el otro de experiencia y  encontraron en su camino a un mendigo.  El político joven sacó su billetera y le obsequió al desamparado veinte dólares; el político de más experiencia le dijo te falta mucho por aprender, promete todo, pero no des nada.

Nuestros diálogos posteriores nos confirmaron esa primera impresión, un hombre comprometido, primero con los valores morales inoculados por sus padres, su familia bastión sagrado de sus deberes y por último pero con igual fuerza, su compromiso con la ciudad y sobre todo con aquellos que depositaron su confianza en él.

Veo en ti a un hijo de este pueblo, que deseas lo mejor para los que están enclavados en este terruño del Valle del Merrimack.  Tu carrera política continúa en forma ascendente por ende faltan otros eslabones en tu carrera, esos peldaños los alcanzarás, por supuesto en el tiempo de Dios, y cuando esto se plasme por favor ten pendiente levantar tu voz y hacer los esfuerzos ingentes para que la Ciudad de Lawrence vuelva a brillar con las luces del saber que les adornaron.

Una de estas luces que se nos ha ido y el recobrarla sería poner a la ciudad en el pináculo de la luces, ya que la misma es un tesoro invaluable, que por derecho y herencia le corresponde a la Ciudad de Lawrence.  Te explico:

En el siglo pasado vivió en la Ciudad de Lawrence el Rev. William Edgar Wolcott pastor evangélico, el cual falleció en el 1911.  Hombre culto y de gran sensibilidad pictórica, a su muerte donó a la Ciudad de Lawrence 17 cuadros de grandes maestros de todos los tiempos, entre ellos dos del maestro Oscar Claude Monet, uno de los fundadores de la pintura impresionista.  Cuadro del maestro holandés Rembrandt Harmenszoon van Rijn, entre otros.

El pastor Wolcott quería no solo que esos cuadros fueran propiedad de la Ciudad de Lawrence sino deseaba que los lawrencianos apreciaran el buen arte, pero como no existía en ese entonces un lugar apropiado para tenerles, como un Museo, se le permitió, (según nos enteramos), que el Museo de Arte Fino (MFA) en Boston, fuera la albacea de estas joyas pictóricas, hasta tanto Lawrence pudiese albergarlas.  Tal vez el desconocimiento de esto nos hace parecer indolentes, o en el peor de los casos que no sabemos valorar en su justa dimensión lo incalculable del arte pictórico y las abandonamos a lo mejor de su suerte, con expresiones “Lawrence tiene otras preocupaciones más importantes que los cuadros de pinturas del pastor Wolcott”.

Es tiempo Sr. Moran que la ciudad recobre su esplendor viajando hacia nuevas auroras con sus propias alas y la ciudad para lograrlo depende de hombres y mujeres que tengan su estirpe y sinceridad de palabras y su bondad en el servicio, para poder emprender cruzadas como estas, y para llevarlas a feliz términos se necesita tener “un corazón de león”.  Me encantaría escuchar que usted ha decidido convertirse en general de esta batalla.

 

Fue un placer conocerlo.

Fiel en Cristo

 

Padre Joel+