Distancia social o Aléjate de mí, tu elección.

Un punto de vista © 1996
Por Paul V. Montesino, PhD., MBA. ICCP

Aristóteles dijo: “El hombre es por naturaleza un animal social”. Esa definición significa que los seres humanos somos destinados por naturaleza para vivir en una polis, lo que los Griegos llamaban ciudad, en otras palabras, comunidad. Siempre somos gregarios por naturaleza, buscándonos unos a otros, ayudándonos unos a otros, incluso compitiendo entre nosotros. También hay otra conocida expresión africana “Se necesita un pueblo para criar a un niño”, lo que significa que todos somos responsables de nutrir las nuevas generaciones. 

Según ciertos biólogos y lingüistas sociales, una persona tiene que pasar por un curioso proceso de contacto social y conciencia sobre los demás antes de desarrollar un sentido de sí mismo. Al comienzo de la vida humana en este planeta, vagamos por la tierra y conocer a otros nos despertó nuestra curiosidad o miedo, pero no podíamos entender que esos otros eran individuos que tenían seres que eran diferentes de los nuestros.

Hay una historia interesante que escuché hace muchos años que trae esa realidad a casa. Había dos hermanos viviendo en el bosque siempre jugando entre sí, forrajeando y comiendo, cada uno muy consciente del otro pero no de sí mismos. Un día, hubo una típica lluvia de verano que creaba charcos profundos. Uno de los hermanos, atraído por uno de los charcos cercanos se acercó a él con curiosidad. Para su sorpresa y espanto, vio su reflejo de imagen reflejado en el charco y sin saber quién o qué era corrió gritando hacia su hermano. Este último se alarmó por la reacción de su hermano y decidió acercarse al charco para encontrar las razones de su miedo. Tan pronto como miró en el charco, su propia imagen se reflejó y él, también, huyó gritando.

Afortunadamente, ambos decidieron unir fuerzas para acercarse al charco juntos y, cuando lo lograron, se dieron cuenta que las imágenes de cada uno estaban reflejadas y reconocieron cada imagen como individuo aparte capaces de identificarse ellos mismos también. “Oh, si esa cara es tuya, la otra debe ser mía”, fue el razonamiento de los chicos. A partir de ese momento, no sólo tenían una noción de los demás, sino también de ellos. No sólo se trataba de ti, sino también de yo. Para vernos, quiénes somos, necesitamos ver a los demás; necesitamos la presencia y la ayuda de los demás. 

Esta base social fue traída más tarde en nuestro desarrollo histórico por nada menos que Rousseau, sí Jean-Jacques; miembro infame del Club Jacobino durante la Revolución Francesa. Los jacobinos se convirtieron en el club político más influyente durante la Revolución Francesa de 1789. El período de su ascenso político incluyó el Reino del Terror, durante el cual más de diez mil personas fueron juzgadas y ejecutadas en Francia, muchas de ellas por crímenes políticos. Rousseau fue la fuerza principal más allá de la noción del Contrato Social.

El Contrato Social era un acuerdo implícito, no explícito, existente entre los miembros de una sociedad para cooperar en beneficio social, por ejemplo sacrificando cierta libertad individual para la protección del Estado. En otras palabras, eres libre hasta el momento en que empiezas a afectar mi libertad. Tenemos límites sociales, por así decirlo. Las teorías de un contrato social se hicieron populares en los siglos XVI, XVII y XVIII entre teóricos como Thomas Hobbes, John Locke y, como dijimos, Jean-Jacques Rousseau como un medio para explicar el origen del gobierno y las obligaciones de los sujetos, aunque todavía hay algunos libertarios que se oponen al concepto,.

Ningún hombre es una isla, sabemos esa declaración instintivamente. Mírate a ti mismo, mírame a mí. Dependemos de otros para vivir y prosperar, y se establecen sistemas políticos para determinar las reglas que controlan esa dependencia. 

Y en medio de ese paradigma social en el siglo XXI llega un episodio pandémico virulento que nos obliga a ser… antisocial. Se dice que la Justicia es ciega, este virus ha demostrado que igualmente lo es la injusticia. Las víctimas son simplemente víctimas. Nos protegemos, nos quejamos, lamentamos, no se supone que seamos antisociales pero, ¿verdad? ¿Cuándo fue la última vez que ignoramos la mirada triste en los ojos de alguien sin techo que extiende una mano pidiendo ayuda? ¿Cuándo fue la última vez que pensamos en los hambrientos, en los abusados, no como generalidad, sino como un ser humano que necesita que nos mantengamos socialmente cerca? ¿Es esta distancia social una etapa temporal o es una manera de describir quiénes somos realmente, cómo nos comportamos? ¿A quién estamos engañando? Manténgase socialmente consciente.

Y ese es mi punto de vista hoy.