La Revista recién publicada en ocasión de la 9na Feria Internacional del Libro nos trae un recuento de lo que ha sido, desde que comenzó en el 2006, cuando se le conocía como Feria del Libro y hasta dónde ha llegado.
El artículo nos refresca la memoria y da crédito a Asdróvel Tejeda como el iniciador de la idea que según su criterio, realzaría la importancia del Desfile Dominicano próximo a celebrarse, si se llevaba a cabo conjuntamente.
Leyendo el artículo nos parece ver la cara complaciente de Don José Balbuena, con un muestrario de libros esparcidos en una mesa bajo un árbol en el Parque Campagnone. Ni luz tenía cuando cayó la noche; no la necesitaba. Su amplia y sincera sonrisa seguía atrayendo a los amantes de la lectura, que aunque no podían leer en la oscuridad disfrutaban de su compañía y del debate literario.
La segunda Feria, con la participación de varios poetas y escritores que vinieron de otros estados y fue dedicada a nuestro César Sánchez Beras, mejoró de sitio. Esta vez, hubo luz para Balbuena cuando cayó la noche y su mesa llena de libros era bien visible, aunque aún estaba a la intemperie en el Parque Appleton en una noche fría del mes de octubre.
Desafortunadamente, cuando la tercera Feria se movió bajo techo, al 60 de la Calle Island, ya Balbuena no estaba entre nosotros. José Balbuena se nos fue un martes, 5 de agosto del 2008.
Según el Padre Joel Almonó escribiera para Rumbo, edición 371L del 22 de octubre, 2011 “Los eventos Feriales más importantes del mundo podemos decir que se encuentran en la Feria de Frankfurt, en Alemania; la Feria del Libro de Bogotá, Colombia; la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, en Italia; la Feria Internacional del Libro Buenos Aires, Argentina y la Feria Internacional del Libro en República Dominicana”.
De seguir como va, pronto la Feria Internacional del Libro de Lawrence se añadirá a la lista de famosos relatada por el Padre Almonó. Estamos seguros de ello, ya que las raíces de lo que hoy conocemos como Feria Internacional del Libro fueron plantadas en terreno fértil en el Parque Campagnone desde una modesta mesa llena de libros por el inmortal José Balbuena.