Recién celebramos un festival más del Patrimonio de Pan y Rosas (Bread and Roses), un festival anual al aire libre en Lawrence, Massachusetts, que celebra la historia laboral, la diversidad cultural y la justicia social.
Desde su inicio en 1986, este festival se realiza todos los años el Día del Trabajo y es el único festival ampliamente multicultural en Lawrence, la Ciudad de los Inmigrantes. El nombre del festival se refiere a la huelga de Pan y Rosas de 1912, cuando más de 20,000 trabajadores inmigrantes en Lawrence, Massachusetts protestaron por recortes salariales.
Esta huelga dio como resultado que Lawrence fuera la cuna de la justicia laboral, léase, justicia salarial. Tal vez esta es la razón por la que hoy, 2019, Massachusetts es uno de los tres estados donde el obrero ha logrado alcanzar un mínimo de $12.00 la hora, junto a California y Washington. Desafortunadamente los otros estados que componen Nueva Inglaterra, Connecticut, New Hampshire, Maine, Rhode Island y Vermont aún no lo han logrado.
Si es cierto que este movimiento ha asegurado en cierto modo los salarios de los trabajadores, también es cierto que no ha podido garantizar los empleos, y nadie mejor que Gilda Durán, en su artículo titulado “Estoy harta de la manipulación” lo explica y que fue publicado en la edición #452 de Rumbo, el 8 de agosto de 2014.
“Creo que todo comenzó con la instalación de las ATMs o cajero automático”, comienza escribiendo Gilda, “ya que cada día vemos menos cajeros humanos y más ATMs en función”. Y es cierto, antiguamente usted iba a un banco donde había por lo menos, media docena de cajeros, quizás más. Contaban el dinero de los depósitos a mano y no recordamos el tener que esperar eternamente en cola para hacer una simple operación como el hacer efectivo un cheque.
Hoy, si hay tres cajeros es mucho, cuentan el dinero efectivo a máquina, que se supone es más rápido y aún así, las colas son interminables. “Las largas líneas nos obligan a decir olvídalo mejor voy a la ATM”, dice Gilda.
Pero hay más. “Luego se estableció el echar gasolina a su propio carro. En el suroeste de la Florida (donde resido ahora) no se encuentra una gasolinera con servicio completo,” dice Gilda, y se lamenta, “podemos poner tantos hombres y mujeres a trabajar si cada gasolinera contratara a dos personas para echar gasolina. La tasa de desempleo bajará rapidísimo”.
“Hace unos años que empezaron las cajas registradoras automáticas. Nunca he usado una y me niego a usarlas. Pienso que estas máquinas están tomando empleos a personas que están desempleadas y dispuestas a trabajar. Cuando sus trabajadores me preguntan si quiero usar la máquina, mi respuesta siempre es, ‘No, gracias, estoy salvándole su empleo’“.
“Me encanta viajar pero las manipulaciones en ese negocio de los viajes es lo peor. Quieren que haga mi propia reservación para eliminar agentes de viajes, que imprima mi propia reservación y la confirme a través de mi computadora, así se pueden ahorrar papel y tinta. Estoy esperando por el día que me pidan que vuele el avión”.
“Los Estados Unidos, por diseño, envía la mayoría de los empleos de manufactura fuera de este país. Sin embargo, si íbamos a ser un país de solamente la industria de servicio, ¿por qué el servicio al cliente a desaparecido? Llegué a la conclusión de que cada vez que me auto-ayudo, estoy contribuyendo a la eliminación de empleos, el trabajo de la cajera, la persona que la supervisa, el gerente que supervisa al supervisor de la cajera y así sucesivamente”.