Durante los últimos 40 años el país ha recibido ataques terroristas, algunos de ellos perpetrados por nacionales, como el famoso Unabomber, que entre 1978 a 1995 causó la muerte a 3 personas y otras 23 resultaron heridas, mientras nos mantenía aterrorizados a todos. El autor, Ted Kaczynski, fue condenado a ocho cadenas perpetuas por asesinato.
El 19 de abril de 1995, una bomba casera estalló en medio del Edificio Federal Alfred P. Murrah en Oklahoma City, matando a 168 personas e hiriendo a casi 700. Timothy McVeigh fue declarado culpable por cargos federales de asesinato y ejecutado en 2001.
El 11 de septiembre de 2001, sufrimos el ataque terrorista más grande perpetrado en la historia de este país, esta vez por ciudadanos extranjeros, diecinueve miembros de Al Qaeda que secuestraron cuatro aviones llenos de pasajeros estadounidenses.
Dos de los aviones volaron y chocaron contra las Torres Gemelas de Nueva York, otro fue estrellado contra el Pentágono y un cuarto se estrelló en un campo de Pensilvania, luego de que los pasajeros intentaran arrebatar el control de la aeronave a los terroristas para evitar un ataque contra el Capitolio de EE.UU.
En estos ataques murieron 2,753 personas en el lugar del World Trade Center; 184 en el Pentágono, y 40 en Shanksville, Pensilvania. Un total de 2,977 víctimas mortales.
Después del ataque terrorista del 11 de septiembre, 2001, ha habido cerca de una docena de ataques adicionales. No podemos olvidar aquel 15 de abril de 2013, cuando dos artefactos explosivos construidos con ollas de presión, explotaron cerca de la meta del maratón de Boston, matando a tres e hiriendo al menos a 264 personas. El sospechoso Dzhokhar Tsarnaev fue acusado por el gobierno de Estados Unidos de conspiración para el uso de un arma de destrucción masiva con resultado de muerte. Fue sentenciado a la pena de muerte el 25 de junio de 2015.
Al-Qaeda ha estado activa en otras partes del mundo. Países como España e Inglaterra, por solo mencionar a dos, han sentido su zarpazo. En otros, han tratado de atacar, pero han fallado. Si fallaron, no fue por falta de organización y disposición de su parte o porque nos pusimos dichosos, no, fue porque las autoridades están mejor preparadas para combatirlos. Su principal objetivo es destruir todo y a todos los que se opongan a sus fanáticas creencias.
Nosotros debemos permanecer vigilantes y unidos con el resto del mundo, no importa religión o partidos políticos, en contra de estos creyentes extremistas. Tenemos el derecho de vivir en paz y debemos hacer lo que sea necesario para lograrlo. ¡La paz no es barata, lo sabemos, y no importa el precio que tengamos que pagar por ella!